Incluso ya sabía.
La inconmensurable vista de aquel paisaje dejaba sin palabras. Habían flores de un rojo vivo que se entrelazaban con enredaderas que simulaban estar abrazándolas, entre sus ramas, pétalos de flor escarlata, mariposas que levantaban el vuelo y se posaban en los cuerpos sin vida de los putrefactos cadáveres, que sin embargo, parecían felices, habían sido fundidos en la inmensidad de él para siempre.
Aquellos corazones se agitaron al entrar en contacto el uno al otro, se sentía en el aire el regocijo de volverse a encontrar, de saber que estarían tranquilos, al fin y al cabo... a ojo desnudo ya eran iguales, nadie los juzgaría, ni la humanidad ni Dios.
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Ellos sabían, sin embargo, yo no.
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